También en el siglo XIX aparecerían Julio Verne y H. G.
Wells, ambos considerados dos maestros del género, si bien el primero se
centraba mayormente en el desarrollo de ingenios e inventos científicos
y el segundo en la crítica social (al imperialismo británico en La guerra de los mundos, o a la lucha de clases en La máquina del tiempo…).
Pero seguramente fue la primera mitad del siglo XX la que podríamos denominar Edad de Oro de la ciencia ficción, con la aparición de autores como Isaac Asimov, Arthur C. Clarke, Aldous Huxley, George Orwell o Ray Bradbury.
Posteriormente, durante los años 60 y 70 apareció lo que se conoce como “La nueva ola” (The new thing), que tiene su origen en la revista británica New worlds, y que se caracterizó por una mayor experimentación narrativa, dando a conocer a autores como J. G. Ballard o Brian W. Aldiss.
Y en los 80 y los 90 aparecieron géneros como el cyberpunk y el postcyberpunk, donde hicieron su aparición, como no podía ser menos, la informática y los ordenadores y que dieron origen a toda una corriente estética donde las nuevas tecnologías convivían con los ambientes sórdidos de los bajos fondos urbanos.
En la actualidad existen numerosos subgéneros que rizan el rizo y se centran en los impactos de la biotecnología (biopunk), o que hacen una revisión irónica de las temáticas y la estética de la ciencia ficción de los años 30-50 (retrofuturismo) o de la idea que se tenía del futuro en las novelas del siglo XIX (steampunk). Asimismo hoy se hace distinción entre ciencia ficción dura (hard) y blanda (soft). La primera es mucho más rigurosa y cuida mucho más los detalles y argumentos científicos y técnicos, mientras que la segunda se centra únicamente o sobre todo en el aspecto literario.
Pero seguramente fue la primera mitad del siglo XX la que podríamos denominar Edad de Oro de la ciencia ficción, con la aparición de autores como Isaac Asimov, Arthur C. Clarke, Aldous Huxley, George Orwell o Ray Bradbury.
Posteriormente, durante los años 60 y 70 apareció lo que se conoce como “La nueva ola” (The new thing), que tiene su origen en la revista británica New worlds, y que se caracterizó por una mayor experimentación narrativa, dando a conocer a autores como J. G. Ballard o Brian W. Aldiss.
Y en los 80 y los 90 aparecieron géneros como el cyberpunk y el postcyberpunk, donde hicieron su aparición, como no podía ser menos, la informática y los ordenadores y que dieron origen a toda una corriente estética donde las nuevas tecnologías convivían con los ambientes sórdidos de los bajos fondos urbanos.
En la actualidad existen numerosos subgéneros que rizan el rizo y se centran en los impactos de la biotecnología (biopunk), o que hacen una revisión irónica de las temáticas y la estética de la ciencia ficción de los años 30-50 (retrofuturismo) o de la idea que se tenía del futuro en las novelas del siglo XIX (steampunk). Asimismo hoy se hace distinción entre ciencia ficción dura (hard) y blanda (soft). La primera es mucho más rigurosa y cuida mucho más los detalles y argumentos científicos y técnicos, mientras que la segunda se centra únicamente o sobre todo en el aspecto literario.
En todos los casos, y a lo largo de su historia, la
ciencia ficción ha mantenido siempre la característica principal que la
hace tan interesante: la capacidad de crear escenarios que inspiren
debates filosóficos, sociales o científicos sobre la naturaleza del
hombre y de la sociedad, plantear dudas, señalar peligros o buscar
respuestas.
En efecto, la ciencia ficción no es filosofía, pero sin duda es un pariente cercano de esta, pues de alguna manera, trata de dar respuesta a las “preguntas últimas” mediante el ejercicio de la ficción: qué futuro espera a la humanidad, qué nuevos avances científicos se producirán y qué consecuencias traerán para nuestra sociedad. Quiénes somos y qué será de nosotros, de nuestro planeta, cómo serán nuestros estados, nuestras sociedades. ¿Qué valor tendrá la vida humana? ¿Terminarán las guerras, o por el contrario, terminaremos por destruirnos unos a otros? ¿Llegaremos a conocer otros planetas habitados? ¿Cómo serán esos otros seres? ¿Crearemos vida artificial? De ser así, ¿será consciente de sí misma como nosotros? ¿Amará, odiará, temerá a la muerte? Seguramente, ninguno estaremos aquí para verlo, pero, como diría el gran científico del siglo XX: “La imaginación es más importante que el conocimiento”.
En efecto, la ciencia ficción no es filosofía, pero sin duda es un pariente cercano de esta, pues de alguna manera, trata de dar respuesta a las “preguntas últimas” mediante el ejercicio de la ficción: qué futuro espera a la humanidad, qué nuevos avances científicos se producirán y qué consecuencias traerán para nuestra sociedad. Quiénes somos y qué será de nosotros, de nuestro planeta, cómo serán nuestros estados, nuestras sociedades. ¿Qué valor tendrá la vida humana? ¿Terminarán las guerras, o por el contrario, terminaremos por destruirnos unos a otros? ¿Llegaremos a conocer otros planetas habitados? ¿Cómo serán esos otros seres? ¿Crearemos vida artificial? De ser así, ¿será consciente de sí misma como nosotros? ¿Amará, odiará, temerá a la muerte? Seguramente, ninguno estaremos aquí para verlo, pero, como diría el gran científico del siglo XX: “La imaginación es más importante que el conocimiento”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario